El LObo Y EL PERRO MASTÍN
Por JUAN CARLOS NEVES
Un rebaño de ovejas pastaba feliz y pacíficamente bajo la vigilancia de un enorme perro mastín. Imprevistamente, un lobo que habitaba en un bosque lindante con la pradera se precipitó sobre el rebaño y apartó una oveja con ferocidad. La pobre oveja se defendió como pudo y baló desesperada. El rebaño entero miró hacia el enorme perro mastín quien se acercó al lobo y todas esperaron que rescatara a la oveja agredida. Pero el mastín le dijo al lobo: no es necesario que nos enfrentemos, tú comete una pata, yo me comeré otra y todos en paz. Luego volviéndose al rebaño dijo. Ya está todo solucionado, he salvado la vida de la oveja y resuelto el conflicto sin pelear.
Pero me arrancarán una parte de mí y tú debías defenderme, protestó la oveja agredida. Tú cállate, dijo el perro mastín, no tienes cartas para oponerte a mi decisión. Si te abandono no durarías ni un minuto ante el lobo, deberías estar agradecida que estoy salvando tu vida.
El resto de las ovejas balaron a coro: si dejas que el lobo despedace a una de nosotras, luego vendrá por las demás. Pero el insensible perro mastín contestó: si quieren protección, organícense y peleen por ustedes mismas, yo no estoy dispuesto a gastar tiempo y energía defendiéndolas por siempre.
Está bien, dijo la oveja líder, nos organizaremos, pero tú nunca más tendrás nuestra confianza ni nuestro respeto porque los más fuertes pueden hacer todo lo que quieren pero lo que no pueden, es evitar las consecuencias.
La metáfora es obvia pero si algún desavisado aún no la captó, baste saber que la oveja agredida se llamaba Ucrania.
Dicho esto, debo confesar que extraño lo sencillos que eran los análisis geopolíticos durante la guerra fría.
De un lado estaban “los malos”, agrupados alrededor de la Unión Soviética y el pacto de Varsovia, que trataban de conquistar el mundo para imponer la ideología comunista. Del otro lado estaban “los buenos” que eran los EUA y sus aliados que conformaban la OTAN y que luchaban para defender la libertad, el capitalismo y la democracia. Como en los relatos felices, al final ganaron los buenos, la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas se disolvió y, como señal simbólica, el muro de Berlín fue derrumbado.
Como los EUA y sus aliados además de buenos querían mostrarse generosos, el nuevo orden unipolar prometía devolver su capacidad al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y desde allí evitar nuevos conflictos y castigar a los infractores. El primer y exitoso ensayo del nuevo orden fue la coalición que desalojó a Irak de su invasión a Kuwait y que permitió que su líder, Saddam Hussein, siguiera gobernando.
Sin embargo, la historia siempre nos muestra que, sin perjuicio de la importancia de los procesos, la influencia de los líderes, con sus desvíos y sus patologías, genera los llamados “cisnes negros”, acontecimientos inesperados capaces de dar por tierra con las mejores intenciones.
Así, un ignoto líder musulmán llamado Osama Bin Laden, organizó en el año 2001 un increíble atentado, estrellando aviones comerciales para derribar las torres Gemelas en el corazón de Nueva York. Enceguecidos por la justa ira que tal hecho provocó, los EUA invadieron Afganistán porque se negó a entregarles al perverso líder terrorista. Para terminar de destruir el nuevo orden, allá por el año 2003 los EUA invadieron Irak con el falso argumento de que allí se desarrollaban armas de destrucción masiva y entonces sí, George W. Bush hijo, finalizó la tarea de su padre y derrocó a Saddam Hussein, completando la obra familiar pero dejando como legado una inestabilidad en la zona que aún no se ha solucionado.
Ya con el Consejo de Seguridad de la ONU convertido nuevamente en una estructura incapaz de imponer sanciones a quienes tienen derecho de veto, la Rusia de Vladimir Putin, al grito de “ese territorio es mío” invadió Crimea en el año 2014 recibiendo sólo algunas tibias sanciones que lejos estuvieron de compensar el gran logro territorial obtenido en detrimento de la débil Ucrania.
Envalentonado por el éxito obtenido y decidido a satisfacer su ambición de reconstruir el poderío de la URSS, Vladimir Putin invadió en el año 2022 a toda Ucrania con el eufemismo de estar realizando una “operación especial” pero esta vez chocó con una inesperada resistencia ucraniana que aún combate con vigor con el apoyo logístico de Europa y hasta hace muy poco tiempo también con el de EUA.
Y aquí llegamos al momento actual. En este mundo de personajes en que un fanático musulmán, un hijo que quiere completar el legado familiar y un nostálgico del poder imperial ruso, distorsionaron el escenario, más allá de los procesos históricos, aparece en EUA un líder iconoclasta llamado Donald Trump que amenaza con convulsionar el ya precario orden multipolar.
En el orden económico Trump desencadena una guerra arancelaria no sólo contra su rival natural en esa materia que es China sino también con sus aliados naturales como son la Unión Europea y Canadá. Los largos años que los EUA insumieron en modificar su imagen internacional de imperio agresivo se evaporaron con las declaraciones de Trump acerca de incorporar a Canadá, de apoderarse de Groenlandia y de tomar el Canal de Panamá. Finalmente, ante el desafío de Putin en Ucrania el presidente Trump elige acordar una paz con Rusia que se basa en cederle territorio ucraniano, quedarse con los minerales valiosos de Ucrania y exigir agradecimiento por salvarla de su destrucción total. El perfecto acuerdo del lobo con el mastín.
El balido desesperado de Ucrania, protagonizado por su presidente, Volodimir Zelenski, en pleno Salón Oval, solo le sirvió para ser humillado y que le recordaran su debilidad. Tan descarnada muestra de política realista, sin apelación a valores ni principios y expuesta sin pudor a los ojos del mundo, nos hizo sentir ante el duro rostro del poder y la brutalidad, expuesto sin tapujos ni eufemismos.
Europa reaccionó consternada. Por primera vez en décadas la Gran Bretaña se apartó de la gran alianza transatlántica con los EUA para alinearse con Europa. La Francia poco proclive a mostrarse belicosa hace gala de su poderío nuclear. Los líderes europeos acuerdan direccionar gran parte de su presupuesto a la defensa y los observadores nos preguntamos ¿será el inicio de un nuevo orden o sólo una disputa pasajera? ¿soportarán las poblaciones europeas, criadas en el Estado de Bienestar, sacrificar ese bienvivir en beneficio de la seguridad y la defensa?
Lo cierto es que Donald Trump, que hoy por hoy es EUA y lo será por algunos años, asegura que no quiere seguir siendo el perro mastín y prefiere acordar con los poderosos aunque estos representen al enemigo al que combatió durante buena parte de su historia contemporánea y tenga que abjurar de las banderas que sostuvo durante muchos años.
Si Trump cumple sus amenazas, los EUA estarán renunciando explícitamente a su papel de líder mundial de Occidente y perderán bases y puntos de apoyo en Europa que son esenciales para su presencia global. Si no las cumple, su seriedad y credibilidad serán puestas en duda y puede llegar a perderlas como ya perdió la confianza de sus aliados tradicionales. Es un punto de inflexión de resultado incierto.
En todo caso, los EUA de Trump podrán como todo Estado poderoso hacer lo que quieran pero lo único que no podrán, será evitar las consecuencias.
Buenos Aires, 10 de marzo de 2025
Juan Carlos Neves es Master en Relaciones Internacionales y Presidente del partido Nueva Unión Ciudadana